18 febrero 2013

Argo. Ben Affleck, 2012.


Película muy sólida y muy recomendable. Producida por el propio Affleck –especialista además en Asuntos de Oriente Medio- y George Clooney, Argo es la tercera película –tras Gone baby gone (2007) y The Town (2010)- del director, que aquí demuestra tener un buen pulso narrativo. Aunque como actor no suele ser santo de mi devoción he de reconocer que en esta película si me ha gustado, realiza una interpretación muy contenida, sobria y veraz, dando la impresión de que su personaje, un agente de la CIA, roza la irreprochabilidad moral.

Argo, aunque sea difícil de creer, está basada en hechos reales, en unos extravagantes hechos reales. Nos narra Affleck, con solvencia, fluidez y simplicidad clásicas, la toma de la embajada americana en Teherán en 1979 y la huida de seis de sus miembros, que consiguen esconderse en casa del embajador de Canadá. La historia fue desclasificada en 1997 bajo el mandato de Clinton.

El director demuestra una gran habilidad para no dejar decaer la tensión durante todo el metraje, lo que supone un gran mérito puesto que el filme comienza con aires de documental y con el asalto a la embajada, mostrando fundamentalmente como lo viven desde dentro. Affleck realiza un minucioso trabajo de planificación; lleva a cabo una magnífica recreación de aquéllos hechos –perfecto el diseño de producción de Sharon Seymour- y se muestra crítico tanto con la política americana, como con el presidente Carter, que dio asilo al Sha Reza Pahlevi tras su huida de Irán. Es decir, Argo se aleja mucho del típico cine pirotécnico y panfletario americano.

John Goodman y Alan Arkin realizan brillantes interpretaciones, siendo toda esa parte de la trama además una ácida crítica a Hollywood en la que, contundentemente, nos enseña, y se divierte con ello, la gran capacidad de manipulación de la industria. Es particularmente reseñable la naturalidad y brillantez con la que va pasando, en varias ocasiones, de Teherán a Hollywood y de Hollywood a Teherán, sin perder jamás el ritmo, sin que haya tropiezos entre el drama y la comedia. Y en ambos mundos, dice Affleck, en el del drama y el de la comedia, en el de la política y el de la producción cinematográfica, la mentira y la farsa son la norma.

La parte final de la película, la hitchcockiana huida recuerda bastante a Cortina rasgada (1966); cómo el suspense va creciendo, mediante un hábil y milimetrado montaje de William Goldenberg: es el abc del cine.

Con un magnífico guión de Chris Terrio, la excelente fotografía de Rodrigo Prieto y el perfecto acompañamiento que supone la música de Alexandre Desplat, Argo tiene todos los ingredientes para ser lo que es, una apasionante, profundamente cínica y más que notable película.

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