09 septiembre 2011

De campaña.

Los que hayáis tenido la santa e infinita paciencia de leer algunas de mis notas -os recomiendo todas; son elegantes, incorrectas e inteligentes- os habréis enterado de que he sido, desde muy joven, ávido lector de filósofos clásicos, amén de otras mil cosas perversas y viciadas. Tengo un hermano que, ya desde muy jóvenes, me decía que tanto libro me dañaría la cabeza. Y, en ciertos, bastantes, aspectos, ha tenido razón. Algunas de mis ideas, inflamadas, se han convertido en chichones. Si viviéramos en una biblioteca me iría mejor, pero no es así; y, bueno, tampoco está mal. A lo mejor, por eso veo las cosas de otra manera.

“Moby Dick” comenzaba con “llamadme Ismael”. Todos, más o menos, recordaréis el contenido de la novela: la lucha de ZP contra los mercados con Pe Punto por testigo. ¡Ah, no!, la de Ahab contra la ballena blanca, con Ismael para certificar la defunción de su jefe. Casualidades político-novelescas.



El circo está en marcha. Los enanos crecen. Salgado ya ha dicho que no quiere volver a la pista central. Bono, el payaso, está cansado. Chaves, el indomador domado, nos hace un favor resolviendo sus dudas. A mí me duele un huevo. Carmen Calvo, la maquilladora, está ofendida. A Rosa Aguilar se le puede aplicar el viejo chiste de “Uy, mi marido está conmigo que no sabe dónde ponerme; en todos sitios le estorbo”. Vamos, que la única salvación está en el hecho que Leire se ofrece a continuar, encerrándose con cinco leones y cinco leonas, cinco tigres y cinco tigresas, cinco focas y cinco focos, cinco pollos y cinco…, en Alicante y en Alacant. Todo a la vez. ¿Cómo agradecerlo suficientemente sin exiliarse?

Esta va a ser la campaña electoral más larga y vacía de nuestra historia. Y desde luego promete más meneo que un twist. Para empezar tenemos una primera medida, la de la reforma constitucional sobre el tope de déficit, que ha tenido más oposición interna que la boda de la Duquesa de Alba. Varios diputados, poco conocidos, del PSOE se pronunciaron en contra de misma, los de Izquierda Socialista también e, igualmente, Antonio Gutiérrez y Alfonso Guerra. Vara pidió un referéndum y Griñán afirmaba que era un disparate. ¡Naderías!, ¡Todo está resuelto! Incluido el agradecimiento del “hijo del viento” a “llamadme Alfredo” por el papel desempeñado. ¿Cómo era aquello del presidente del Congreso? ¡Ah, sí!, ¡manda huevos!


Pero, con todo, lo que a mí me parece más divertido que ninguna otra cosa, con diferencia, es lo de Stéphane Hessel, ese buen anciano del que dicen que es un “pensador”, ese buen anciano, autor de “Indignaos” y comerciante de “Comprometeos”, obrillas inspiradoras del, ¡jaja!, 15M, que, la pasada semana, se declaraba admirador de Rodríguez Zapatero y afirmaba que “tal vez Rubalcaba sea otro gran líder”. Tras esto debería escribir otro panfletito, ¡de mierda!, también, que podría intitular “Jodeos”.


El paro sube. ¡Qué novedad! Lo bueno es que el ministrillo de Trabajo, Vale, el que no vale, sabe de quién es la culpa. ¡No!, ¡no penséis que se la han vuelto a echar a Franco! ¡Esta vez no! Esta vez es de los empresarios –más abajo comentaré un asuntillo sobre esto-. Como parece que Vale, el que no vale, estaba locuaz también se pronunció sobre la reforma constitucional, y afirmó que lo esencial es el fondo y no la forma. Me encantaría que estos inoperantes tíos memos se dieran cuenta de una puñetera vez en democracia la forma forma parte del fondo. Y, mientras, Pepiño, porque Pepiño se va a quedar, aunque le joda, dice que al Gobierno le habría gustado “compartir la reforma con los ciudadanos”, pero que la urgencia de la situación lo impedía. Soy andaluz Pepe; si fueras amigo mío te diría, con toda confianza, ¡Pepito, quillo, vete al carajo!; como no lo eres, ni lo serás, te digo: Señor Ministro, ¿en qué punto del camino perdió usted la vergüenza? Sinceramente creo que, al menos cuando fue joven, la tuvo; no estaría tan convencido en esta aseveración para otras miembras de su empresa.


A juzgar por las charlitas de Alfredo Pe Punto con los universitarios van a tener que cambiar la denominación del Ministerio de Trabajo e Inmigración por Trabajo y Emigración, porque ya sabéis que recomienda salir a estudiar fuera. ¡Qué ocurrencia!


Sobre asuntillo de los empresarios, pendiente desde un párrafo anterior, he de decir una cosa; bueno, de hecho, tendría varias que decir, pero me atendré a una. Pondré por adelantado que hasta el pasado sábado creía que yo era empresario –tengo importante participación, ¡ay, mísero de mí!, en una sociedad limitada, en la que trabajo, o sea, soy autónomo, ¡ay, infelice!, y además soy administrador único, ¡apurar cielos pretendo!, de la misma-, y resulta que, ¡ya que me tratáis así!, no-. Lo explico de inmediato, con un punto, ya que no puedo un lustro, y aparte.


Aquí está. El sábado, día de mi redención, comentaba, por supuesto con unas cervezas entrambos, con mi hermano, el hecho de que cada día me toca más los cojones la distinción ética que estos espurios personajes del gobierno hacen entre “empresario” y “emprendedor”; cómo se usa un término u otro en función del contenido, negativo o positivo, asignado posteriormente. “Empresario”: malo. “Emprendedor”: bueno. Sin pensar demasiado la respuesta, vamos, inmediatamente, me dice, clarividente, mi hermano, algo así: “¡tío!, el empresario gana pasta por eso es malo; el emprendedor lo pretende pero aún no lo consigue. Por eso el primero es malo y el segundo no”. Cuando lo he escuchado –tenemos la misma madre y es una santa, claro, y creemos que el mismo padre, que asimismo lo es- lo primero que he pensado ha sido: ¡hijoputa, lo ha clavado! Luego he pensado: ¡otra vez! Y después: ¿Otra vez? Para terminar: ¡Sí!, ¡otra vez!, ¡el cabrón! Inteligencia no modificada por el papel. Somos andaluces y entendemos el significado de “hijoputa” y “cabrón” hasta por escrito.

Finalmente, como Fidel, estamos en la lucha: yo, para ser empresario, él, para no ser emprendedor.

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